Por ello es importante darles la oportunidad de experimentar con distintas texturas y materiales, con objetos artificiales y naturales.
La manipulación de objetos, junto con el desarrollo de la motricidad fonética y facial (la motricidad fina no se limita a las manitos) serán clave en la mejora del habla y el aprendizaje de la escritura.
También potenciarán otros procesos, como el cognitivo, donde desarrollarán asociaciones, establecerán similitudes y diferencias, aprenderán distintos lenguajes y ampliarán sus capacidades sensitivas, perceptivas y representativas.
Con respecto al aspecto motriz, que nombramos anteriormente, la psicomotricidad fina acompaña no solamente a la coordinación, sino también al equilibrio, lateralidad, estructuración del esquema espacio-temporal, organización y ritmo. Pensemos ahora en actividades como bailar, cantar o tocar un instrumento. Será necesario un desarrollo motriz fino previo adecuado, a la vez que estas actividades ayudarán a potenciar estos aspectos.
Por último, no dejemos de lado el rol que juega en las relaciones sociales y afectivas. Un niño o niña consciente de sus límites corporales, capaz de relacionarse adecuadamente con su entorno, será capaz de identificar sus emociones y las de otros y expresar sentimientos a través de un lenguaje afectivo.
Llegado a este punto, es claro que motricidad fina es mucho más que “poder agarrar lápiz”, ahora… ¿Dónde y cómo se desarrolla? ¿En casa? ¿En el jardín de infantes? ¿Aprenden solos interactuando con el mundo?
En realidad, es un poco de todo esto. Por supuesto que muchas actividades del jardín, y también de la primaria, están orientadas a trabajar este aspecto. Y también es un aprendizaje cotidiano, natural, que se irá dando desde que empiecen a tomar los primeros objetos en los primeros meses de edad, y continuará durante toda la vida. La cuestión es que, cuanto antes estimulemos este aspecto, mejor será para su futuro.