¿Con una sonrisa? Sí, es posible. Las tareas domésticas realmente pueden ser divertidas. No te vamos a mentir, no siempre será así. Pero al menos podés lograr que no sea una lucha continua donde ellos terminen enojados y vos te agotes. ¡Y eso ya será un éxito!
En primer lugar, tenemos que aceptar que estas tareas sí son adecuadas para niños y niñas, y vos no sos una enemiga o un villano por pretender que hagan su cama o junten la ropa que tiraron. Es cierto que algunos quehaceres pueden ser no acordes a sus capacidades, como describimos en el artículo “Descubre por qué el trabajo doméstico es una forma de trabajo infantil”.
Si nos quejamos cuando tenemos limpiar, insultamos a la hora de sacar la basura y evitamos las tareas domésticas a toda costa ¿Por qué nuestros hijos e hijas van a querer hacerlas? Sabemos que lavar la ropa no es precisamente una fiesta, pero dar el ejemplo con una actitud positiva es importante a la hora de inculcar este tipo de actividades.
Desde muy peques se pueden inculcar tareas sencillas, como dar de comer a las mascotas o guardar lo que usamos, y gradualmente se irán incorporando nuevas según la edad. Es difícil intentar que un adolescente ayude en casa, si nunca le habíamos pedido nada antes.
En los primeros años de vida, presentar las tareas del hogar como juegos permitirá que se interesen en ellas, a la vez que pueden compartir ese tiempo con nosotros en lugar de estar mirando la tele o reclamando por nuestra atención. Para los peques será un honor poder hacer estas cosas de “grandes”.
Ya de adolescentes, es raro que les atraigan estos quehaceres, así que deberemos hacerles entender por qué es importante que colaboren, qué se espera de ellos o ellas, incluso podemos mostrarle que realizar las tareas con efectividad les dejará más tiempo libre después.
Participar en las tareas domésticas, les brindará muchos beneficios, como:
Lograr mayor autonomía e independencia
Valorar el esfuerzo y el trabajo de los demás
Tener espíritu de colaboración
Aprender a ser responsables
Tener un buen desarrollo psicosocial
Hay que dejarles ser, sin marcarles paso a paso cómo deben hacer las cosas, y así permitirles resolver las dificultades que cada reto presenta.
Las niñas pueden lavar los platos y los niños cortar el pasto… este es un pensamiento común ¡Que no educa en la igualdad! Debemos evitar etiquetar las tareas como femeninas o masculinas y todos los integrantes del hogar deberían contribuir a realizarlas según su tiempo disponible, sin distinciones de género.
No vamos a obligar a cocinar a quien que no sabe agarrar un cuchillo, pero sí le podemos enseñar a agarrar el cuchillo y que progresivamente aprenda a cortar una papa, una cebolla… Habrá algunas tareas con las que se sientan más a gusto según sus capacidades e intereses, y está muy bien que las fomentemos, aunque en ocasiones les tocará otra actividad que no les resulte tan placentera, y estimularemos que la acepten también con una actitud positiva.
Ir a la escuela y participar en las tareas domésticas, es algo básico por lo cual no deberíamos pagar a los niños y niñas, quienes deben entender que tienen roles y responsabilidades dentro de este equipo que es la familia. En algunos casos, los padres sí eligen pagar por tareas que implican un tiempo o esfuerzo extra, como puede ser lavar el auto o pintar una pared.
Con respecto a las tareas comunes, es importante reconocer sus esfuerzos, ya sea con un abrazo, felicitación o mostrando nuestro aprecio, ya que la atención de sus seres queridos es el mejor estímulo posible.
Incluso los adolescentes valorarán esto por encima de recibir dinero, que puede ser efectivo en un primer momento pero perder interés luego.
No pagar por poner la mesa o barrer la habitación, no significa que nunca sea recomendable dar un dinero mensual (o como se quiera asignar) para que el niño, niña o joven se pueda dar algún gusto y aprenda a administrarse. Esto puede ser incluso beneficioso, en la media que:
No sea una recompensa por sacar buenas notas o realizar las tareas del hogar
La cantidad de dinero sea acorde a las necesidades que puedan tener, y no demos cantidades excesivas que no sabrían en qué gastar
Se otorgue si se comportan adecuadamente en las distintas áreas de su vida
Brinde la oportunidad de aprender a gestionar el dinero, sin despilfarrar
Se dialogue en familia sobre el valor y el uso del dinero
Si educamos al respecto, manejar dinero es una oportunidad para ahorrar, planificar en qué gastar y establecer prioridades. Incluso reforzaremos valores como la responsabilidad, sensatez y la perseverancia.
Fuentes consultadas: